jueves, 21 de agosto de 2008

Adultismo. Cuarta y, ahora sí, última parte

Ahora sí, éste es el último de los artículos dedicados al Adultismo.

Uno de los lugares donde Janice y yo hemos detectado el adultismo de manera más descarada, exagerada e impune es en los restaurantes. Y para ello generalmente no hace falta más que pasar 10 minutos en el lugar. Veamos...
Una de las situaciones más notorias es cuando la o el hostess preguntan por el número de personas que somos. Para ellxs es muy claro que “personas” no incluye “niñxs”, especialmente si dichos seres (ya que no son personas) no están aún en edad de consumir sus propios platos y, por lo tanto, no son lucrativos para el establecimiento. Más de una vez hemos dicho “Tres personas” (Janice, Gala y yo), y nos hemos dado cuenta de que la persona que asigna las mesas escribe en su libreta “2”, e incluso se nos han asignado mesas que son claramente para dos personas, a las cuales simplemente les arriman una silla alta para la niña.
Y hablando de silla alta, es frecuente en muchos restaurantes la ausencia de instalaciones y mobiliario adecuado para lxs niñxs. Y estoy hablando de restaurantes de todo tipo, desde fondas hasta restaurantes de esos caros, caros. Para mí es claro que si en un lugar no tienen ni siquiera la cortesía de ofrecer sillas para lxs niñxs, es porque no esperan que haya niñxs entre sus comensales; es decir, lxs niñxs no son bienvenidos. ¿Discriminación?
Otro detalle, pero ya sabemos que los detalles dicen muchas cosas: la manteleta o el servicio. En no pocos lugares nos hemos encontrado con que la/el meserx decide que Gala no necesita manteleta ni cubiertos. O sea, nos ponen el servicio a nosotras, y dejan el espacio frente a Gala vacío. Todavía no entiendo la lógica de esto. ¿Será porque asumen que una niña de cuatro años que va con sus mamás al restaurante seguramente nada más va a verlas comer y no le encuentran el sentido a ensuciar sus cubiertos poniéndoselos a un ser que solamente va a jugar con ellos y ni siquiera va a consumir? Y dicho ser, por supuesto, no necesita platito para el pan ni vaso para el agua, ni una cucharita –ni siquiera de ésas para café- para el caso de que sus mamás decidan compartir con ella algo de lo que ellas ordenaron.
Y todavía no llegamos a la carta. Está de más decir que los restaurantes donde ocurren situaciones como las arriba descritas ni siquiera cuentan con una carta para niñxs. (Aunque he sido testiga de contradicciones como el que haya menú infantil pero no sillas altas, por ejemplo.) Y en los lugares donde tienen menú infantil... oh, decepción. Parece ser que, según casi la totalidad de lxs restauranterxs, lxs niñxs solamente comen carnes frías, pseudoalimentos fritos o empanizados, sopa de pollo y postres. Y éstas son las opciones que se dan para lxs niñxs incluso en los restaurantes de comida exótica o étnica, o en los de cocina internacional. Por supuesto, a nadie se le ocurriría llevar a una niña a un restaurante árabe a comer humus, jocoque, tabule o falafel, o a un lugar hindú a comer pakooras, samosas, dhal o pulao; por eso, lxs sabixs administradores de esos lugares han decidido ofrecer en sus menús para niñxs hamburguesas de res o pollo (y como es carne molida, en realidad nunca se sabe), hot dogs, sincronizadas, papas fritas, nuggets, la ya mencionada sopita de ave de corral, malteadas, hot cakes con helado y un par de cosas más por el estilo. En mi opinión, un menú infantil verdaderamente equitativo, incluyente y respetuoso de lxs niñxs debería ofrecer los mismos platillos que ofrece para lxs adultxs, en porciones más pequeñas y, si acaso, omitir o moderar el picante en los platillos que lo llevan. Eso es, al menos, lo que me encantaría encontrar en un restaurante. Porque, además, si Janice y yo vamos con Gala a un lugar con comida distinta a la mexicana es porque exponer a Gala a la diversidad cultural (y culinaria), no a que coma comida basura mientras nosotras disfrutamos de nuestros alimentos cuidadosamente preparados.
La mejor solución que he encontrado al respecto son los buffets, ya que en ellos lxs niñxs tienen la posibilidad de escoger qué comer y en qué cantidad y además, no tienen que esperar a que les tomen la orden y les preparen el platillo, lo cual puede ser desesperante cuando eres niñx y tienes hambre y ganas de comer lo más rápido posible para hacer cosas más interesantes. Los buffets ofrecen dos ventajas más: dan la posibilidad a lxs niñxs (y lxs adultxs) de descubrir una diversidad de platillos que de otra manera quizá no probarían y, por si fuera poco, le dan oportunidad al/a la niñx de sentirse autosuficiente si lxs mamás o papás no interfieren y le dejan servirse él/ella solitx. Aquí en el DF hay varios buffets vegetarianos (tres buenísimos y un par más no tanto), y nosotras somos asiduas de ellos. A Gala le encantan y, como la dejamos servirse sola y cargar su plato hasta la mesa, siempre sorprende a lxs otrxs comensales, tanto por lo “bien” que come como por su autonomía. A nosotras no nos interesa impresionar a lxs demás parroquianxs del buffet, pero secretamente también nos sentimos felices y orgullosas.
Debo aclarar que comencé a escribir este post la semana pasada (de hecho, éste es el post que debí haber enviado al blog hace siete días), pero afortunadamente no tuve tiempo de subirlo a la red. Me alegro de ello porque ayer visitamos Janice y yo un “restaurante para niñxs” que está en la colonia Condesa. Habíamos visto el letrero varias veces, pero ayer tuvimos tiempo y posibilidad de detenernos a conocer el lugar y el concepto, y así lo hicimos. Cuando vi las instalaciones, francamente me emocioné. Se trata de un espacio que retoma los principios del método Montessori, así que todo es real y todo está proporcionado al tamaño de lxs niñxs. Básicamente es un restaurante donde lxs niñxs pueden ir, sentarse a una mesita, ordenar y comer ellxs solitxs. Luego, pasan a otra área a hacer una manualidad y finalmente, van a la cocina (todo en ella está adecuado a tamaño infantil) a preparar algo (el día que fuimos habían preparado pan). Todo esto dura dos horas. Las mamás o papás no están presentes y, si desean permanecer en las instalaciones, hay un espacio especial para ellxs. Todo me sonaba bastante bien (aunque debo confesar que no soy partidaria de las manualidades), pero cuando vi la carta, me desilusioné: la misma basura frita y empanizada de siempre. La verdad ya estaba pensando en llevar un día a Gala con una o dos amiguitas, pero así, francamente ni de chiste... Sin embargo, como decía al principio del párrafo, me alegro de haber posteado hasta ahora, para poder incluir este comentario sobre el “restaurante para niñxs” que prometía mucho pero se quedó sólo en eso: promesa.

Y pasando a otra cosa, pero aún en el tema del adultismo (y ahora sí, para concluirlo), quiero decir algo sobre la ropa. De hecho, aprovecharé este comentario para introducir el tema que voy a tratar durante las próximas semanas: el sexismo. Uno de los aspectos en los cuales se refleja la opresión social no solamente por edad sino también por género es el vestido. Lxs adultxs sometemos a lxs niñxs haciéndoles ponerse ropa incómoda y obligándolxs a mantenerse limpixs, lo cual en muchas ocasiones les impide jugar a sus anchas y a veces, estoy segura es causa de “mal comportamiento” (si no estás de acuerdo, piensa cómo te sientes y te comportas cuando te aprietan los zapatos o la ropa interior, por ejemplo). Sin embargo, en esto de la ropa son las niñas quienes se llevan la peor parte. De alguna manera, socialmente creemos que los niños “son niños” y que es normal que se ensucien y se vean un poco desaliñados. Sin embargo, nos gusta que nuestras niñas se vean siempre “lindas”, “coquetas”, “impecables”... “como princesas”. (Sólo de escribirlo me está empezando a dar asco.) De modo que les compramos los vestidos más “bonitos” (y a quién le preocupa lo incómodo... que se vaya acostumbrando) e incluso, zapatillas con taconcito. Las pobres niñas así sometidas no pueden jugar a gusto, y si se atreven a probar sus fuerzas y sus habilidades con sus pares del género masculino, es casi seguro que pierdan, dado lo inapropiado de su vestuario. Una niña con vestido y zapatillas no puede correr bien, ni andar en patines o bicicleta; no puede escalar, trepar, rodar por el suelo... vaya, ni lanzarse por la resbaladilla, columpiarse o jugar en el sube y baja, porque “se le ven los calzones”. Para mí no cabe duda que una niña que desde pequeña es sometida de esa manera en lo relacionado con su apariencia, cuando crece es de esperarse que no tenga broncas para someterse a los “dictados de la moda” y a las imposiciones sociales que consideran que las mujeres deben carecer de vello en la mayor parte de su cuerpo, corresponder a cierto estereotipo sobre las dimensiones y proporciones de su anatomía, usar tacones, incomodísimas pantimedias y brasieres push-up, teñirse el cabello, maquillarse, y un muy largo etcétera. Lo peor de todo, desde mi punto de vista, es que la moda actual “para niñas” consta, en la mayoría de las veces, de reproducciones en pequeño de la ropa para mujeres adultas jóvenes, diseñada para hacerlas ver “sexy” y resaltar ciertas partes de su cuerpo. Personalmente, me parece perverso hacer que una niña se vista así. Como adultas, podemos decidir más o menos conscientemente si queremos usar una determinada prenda y sabemos cuándo y con qué intención nos la ponemos. Sin embargo, he visto mamás que sin la menor conciencia visten a sus niñas con ombligueras, pantalones entallados (de esos que quedan a la cadera y vienen pintados para simular desgaste en el área de las nalgas), los ya mencionados taconcitos, e incluso playeritas con comentarios malintencionados en doble sentido. Yo me considero una mujer liberal y no muy prejuiciada, pero francamente esa ropa me parece inadecuada para una niña que no es capaz de comprender a cabalidad las implicaciones de lo que se pone. Reitero que estoy igualmente en contra de la ropa cursi y aniñada porque también me parece perversa (aunque de otra manera). Sinceramente creo que lo mejor es comprar a nuestras niñas ropa “de niño”: las tallas vienen más amplias, es más cómoda, los diseños me parecen más interesantes e, incluso, creo que hasta dura más. Como casi toda la ropa que Gala tiene ahorita ha sido regalo de sus primas, tías, abuelitas, etc., debo confesar que hay en su armario bastantes cosas que yo nunca le habría comprado. Sin embargo, Janice y yo hemos procurado que tenga varias pijamas térmicas (que, como son blancas, Gala usa como “pants de yoga”) que son muy cómodas y Gala adora usar, así como al menos un par de pantalones cómodos (de niño). Nunca le imponemos qué ropa debe usar, y cuando escoge uno de esos lindos vestidos que tanto nos disgustan, nos mordemos los labios y luego sonreímos: la verdad es que sí se ve “pre-cio-sa”, y sabemos que, cuando le estorbe o le incomode no dudará en quitárselo y reemplazarlo por algo más adecuado a sus necesidades.

Nos leemos, pues, la próxima semana para entrar de lleno al tema del sexismo en la educación de nuestrxs niñxs.
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viernes, 1 de agosto de 2008

Adultismo, tercera (y última –espero-) parte

Bueno, continúo pues con los artículos sobre adultismo, y confieso que tengo la firme intención de terminar ya con este tema para poder seguir con otros que también me muero por abordar; sin embargo, uno de mis defectos/virtudes es que soy muy obsesiva y apasionada, y mi “clavadez” me impide soltar este tema... a ver si lo consigo.

Prometí que en este post hablaría sobre algunas maneras en las que podemos reducir nuestro propio adultismo y darles su lugar a lxs niñxs y jóvenes. Antes de continuar con esto, sin embargo, quiero mencionar algunos de los efectos que el adultismo tiene sobre lxs niñxs. Son, en realidad, los efectos que cualquier tipo de opresión tiene sobre quienes la sufren:

· mina su auto-confianza y su autoestima;
· les crea un sentimiento de falta de valía o de inferioridad;
· les crea un sentimiento de falta de poder;
· les hace sentir que no son tomadxs en serio;
· les construye un auto-concepto negativo;
· en algunos casos, puede generar en ellxs un comportamiento destructivo o auto-destructivo;
· puede generarles enfermedades psicosomáticas (depresión, etc.) e incluso llevarlxs a un intento de suicidio;

Bueno, ahora sí , pongo a su disposición una extensa lista de maneras en que podemos intentar ser más justxs, solidarixs y respetuosxs con lxs niñxs. Ojalá que les sea de utilidad.

1. Cambiar nuestros paradigmas negativos sobre lxs niñxs y tratar de entender sus comportamientos y actitudes desde su punto de vista. Muchas veces lxs niñxs se “portan mal” porque están cansadxs o tienen hambre, o se sienten solxs, aburridxs, ignoradxs, no para hacernos enojar, desafiarnxs o “darnos lata”. Con esto no hablo de justificar el “mal comportamiento”, pero sí darle su justa dimensión y aprender a distinguir lo que verdaderamente es una actitud negativa y lo que simplemente es manifestación de algo más. En este sentido, podría incluso decir que los términos que emplee más arriba (“portarse mal”, “mal comportamiento”), generalmente son términos que lxs adultxs utilizamos para describir lo que pasa cuando un/a niñx hace algo que no nos gusta o no nos conviene, no necesariamente algo intrínsecamente “malo”. Creo que ambos son términos que deberíamos de erradicar de nuestro vocabulario y reemplazarlos por otros más precisos que verdaderamente describan lo ocurrido y no meramente lo califiquen. Lo mismo ocurre con el verbo “desobedecer”. No lo usamos con adultxs ni cuando hablamos de iguales, ¿verdad? Y si analizamos, la mayoría de las veces que decimos que la/el niñx “desobedece” es porque no hace lo que queremos, sino lo que ella/él quiere. Se trata, entonces, de un conflicto de intereses y, como tal, lo que vendría al caso sería negociar una solución en la que ambas partes ganen algo. Por desgracia, lo que generalmente hacemos es tratar de imponer nuestro capricho sobre el de la/el niñx y nos enfrascamos en una lucha de poder muchas veces absurda. Creo que es importante que consideremos que, como nosotrxs, lxs niñxs hacen las cosas para satisfacer sus necesidades. Muchas veces no nos va a gustar lo que lxs niñxs hagan, pero hay que procurar ver su comportamiento como algo que la/el niñx hace para sí mismx, no contra nosotrxs. Creo que, vistos desde esta óptica, muy pocos de los comportamientos que generalmente consideramos “problemáticos” lo son de verdad.

2. Considerar a lxs niñxs como nuestrxs iguales, y tratarlxs así. Hay que procurar ser más coherentes y congruentes en el trato que damos a niñxs y adultxs. Un consejo que a Janice y a mí nos ha funcionado es que cuando no sabemos cómo reaccionar ante algo relacionado con Gala, pensamos qué haríamos en una situación similar con una amiga (o incluso, con nuestrx jefx), o cómo nos gustaría que nos trataran si estuviéramos en su lugar. Por ejemplo: si estamos en una cena y derramamos el líquido de un vaso, ¿nos gustaría que nos gritaran, humillaran e insultaran o que nos trataran con amabilidad y nos ayudaran a limpiar? ¿Y si la que derramó el vaso fue tu amiga o tu jefa? Yo personalmente le debo más respeto y consideración a mi hija que al jefe de Janice, y algo que me encanta es que, como hemos acostumbrado a nuestra hija a ser bien tratada, cuando en algún momento perdemos la paciencia o le decimos de manera fea “ahora lo limpias”, ella de inmediato nos demuestra su desagrado con nuestra reacción y, por ejemplo, si lo iba a limpiar, ya no lo limpia. Le molesta mucho sentirse humillada o puesta en evidencia y es algo que no tolera... Muchas veces siento que invertimos lxs primeros años de su vida en “educarla” y ahora es ella quien nos está “educando” a nosotras, recordándonos, cuando se nos “olvida”, la manera adecuada de tratarla. Aunque en realidad la idea es que nos veamos como seres humanxs tratando con otrxs seres humanxs y aprendiendo unxs de otrxs y no como “papás y mamás” “educando” a lxs “hijxs” (o viceversa). Algunas preguntas que vale la pena hacernos son:

· ¿Trataría a un(a) adultx de esta manera?
· ¿Le hablaría a un(a) adultx con este tono de voz?
· ¿Le arrebataría esto a un(a) adultx?
· ¿Tomaría esta decisión por un(a) adultx?
· ¿Esperaría (o le pediría) esto de un(a) adultx?
· ¿Limitaría el comportamiento de un(a) adultx de esta manera?
· ¿Escucharía el problema de un amigo adulto de esta misma manera?

Otro consejo que entraría aquí mismo es: si no podemos imaginar cómo trataríamos a una amiga en una situación similar (hay cosas que definitivamente NO van a hacer las amigas, ¿de acuerdo?), tratemos de pensar qué haríamos si en vez de hijx nuestrx fuera la/el hijx de una amiga o de la jefa. Nunca hay que tratar a nuestrxs hijxs como no nos gustaría que lxs tratara otra persona o como nosotrxs mismxs no trataríamos a lxs hijxs de alguien más.

3. Estoy segura de que este consejo será polémico, pero estoy dispuesta a tirarme al ruedo porque a Janice y a mí nos ha funcionado de maravilla: dejar que, a veces, lxs niñxs se “salgan con la suya”. Hay que darles pequeñas concesiones y saltarnos las reglas de vez en cuando. Esta es una experiencia necesaria para el desarrollo de la personalidad de lxs niñxs que les enseñará que no son un mero” juguete del destino” (o de las imposiciones de sus mamás), sino que pueden hacer algo, desear algo, conseguir algo, influir en lxs demás, y que sus opiniones y puntos de vista son escuchados y tomados en cuenta. Hay que enseñar a lxs niñxs a exponer con claridad y de manera respetuosa su punto de vista y cuando lo hagan, considerar darles lo que piden. A Janice y a mí nos encanta este consejo porque lo hemos seguido con Gala desde muy pequeña y, aunque a veces no puede evitar perder el control y hacer un berrinchito (así, chiquito), ya sabe que la única manera de –probablemente- obtener lo que desea es negociar de manera serena, clara y respetuosa... ¡y lo hace! Y la verdad es que escucharla exponer sus razones, su lógica, su punto de vista a sus escasos tres años es un regalo. Y además, cuando decidimos no ceder, por la razón que sea (se la explicamos), Gala está más dispuesta a comprender, porque sabe que nuestra negativa debe tener una buena justificación y no es mero afán de fastidiar. Ya sé que hay muchas personas que creen firmemente que nunca hay que ceder con lxs niñxs, porque “nos perderán el respeto” y “si cedemos una vez, tendremos que ceder siempre”. Sin embargo, la vida no es así. Un gobierno o una empresa que no negocia con lxs ciudadanxs o lxs empleadxs inconformes, respectivamente, es un gobierno/empresa autoritarix, tiránico, dictatorial, antidemocráticx e... ineficaz.

4. Hay que procurar ser verdaderamente incluyentes con lxs niñxs. Pedirles su opinión en las decisiones de la familia y especialmente en aquellas que les conciernen y afectan directamente. Hay que hacerlxs parte de nuestras conversaciones, escucharlxs con la misma atención con que escuchamos a lxs adultxs, darles validez a sus pensamientos, experiencias y sentimientos, y apoyar sus iniciativas.

5. Es importante también darles información correcta y precisa sobre la manera en que funciona el mundo: nuestras experiencias, las relaciones humanas y el sexo, las contribuciones de lxs jóvenes a la humanidad, y otros temas que les puedan interesar. Es claro que debemos adecuar la información al interés y la comprensión de la/el niñx, pero eso no quiere decir que debamos mentirles ni ocultarles información.

Antes de concluir, una aclaración: sé que quienes me leen tienen criterio, pero creo que no está de más aclarar que se vale saltarse algunos de estos consejos si está en riesgo la seguridad y el bienestar de la/el niñx, o si la/el niñx está amenazando la seguridad/bienestar/integridad de alguien o algo. Nuestro criterio en casa es: si no le hace daño a la niña, ni a otra persona, animal o planta, y si no produce daños terribles e irreparables en las cosas inanimadas... va.

En nuestra familia, Janice y yo hemos implementado la política de no hacer con Gala nada que no nos haríamos nosotras o que no le haríamos a un/a adultx. Y esto incluye no escoger la ropa que se pone, no obligarla a comer lo que no quiere, no “castigarla” por no “obedecer”, etc. y sí, en cambio, respetar y tomar en cuenta sus sugerencias, sus opiniones, incluso sus críticas. No considero que estemos “malcriando” a Gala, ni que la disciplina en casa sea “laxa”. Por el contrario, la estamos enseñando a tomar sus propias decisiones de manera consciente, a hacerse responsable de las consecuencias de sus elecciones, a respetar de la misma manera que se le respeta a ella, y a considerar que sus actos tienen repercusión en las demás personas. Gala, a sus tres años y medio, sabe lo que es ser respetada, sabe que su opinión es tan valiosa como la de cualquiera, y que ciertas decisiones –las relacionadas con su persona- sólo le conciernen a ella, aunque a lxs demás no nos guste lo que ella haya decidido. Cuenta, ya lo sabe, con nuestro apoyo, con nuestro consejo, con nuestra guía, pero sabe también que tiene poder y control sobre su vida y que las decisiones que toma, son responsabilidad suya. En nuestra casa hay pocas reglas, y cabe mencionar que éstas incluyen expectativas mutuas, es decir, que tanto Gala como nosotras estamos obligadas a cumplirlas. Prácticamente las únicas reglas no negociables en casa son:
- Todas los miembras de la familia se deben tratar entre sí con nada menos que absoluto respeto.
- Las decisiones y acciones que se efectúen deben tomar en cuenta el bienestar de todas.

Ya sé que hay quienes no estarán de acuerdo conmigo, y sé que hay quien podrán argumentar a favor de tal o cual “método” con el cual podríamos lograr que Gala comiera mejor, durmiera más, se “portara mejor”, “obedeciera”, etc. Sin embargo, si esos métodos van en contra de la individualidad de mi hija, su autoestima, su seguridad en sí misma, su creatividad... No gracias. Así la quiero; es más, así me encanta.

... y... lo siento... no lo logré. Tengo todavía algo que me importa decir en lo relacionado con el adultismo. Son dos cosas. Pero como otra vez me quedó ya muy largo este post, será la semana que entra. Ese sí, prometo, será el último post sobre adultismo y pasaremos entonces a hablar de la pesadilla de las mamás lesbianas feministas... ya saben cuál es.

Espero sus comentarios, opiniones, sugerencias, o cualquier señal de vida del otro lado de la computadora...