Pido, en principio, una disculpa por la prolongada ausencia. Tengo muchas excusas y todas ellas son ciertas, pero no creo que a nadie le interesen, así que... al grano. Continuaré, como lo prometí hace ya un par de meses, con el sexismo en la crianza y educación de lxs niñxs.
Parto de la convicción de que es una práctica generalizada el criar y educar de manera sexista, y de que ésta es una situación que afecta no solo a nuestras niñas sino también a los niños. Sin embargo, estoy convencida, también, de que es en nuestras niñas en quienes el sexismo tiene efectos devastadores (y quisiera estar exagerando al usar esa palabra, pero, por desgracia, no es así). Muchos estudios llevados a cabo por psicólogxs y sociólogxs, han encontrado que prácticamente todas las niñas muestran una baja notable en su autoestima y en su seguridad en sí mismas alrededor de los 11 y los 13 años. Y no son pocos los estudios que comparan el concepto de sí mismxs que tienen los niños y las niñas, y que encuentran que el de ellos es invariablemente más alto que el de ellas. Un ejemplo: en un estudio, se les preguntó a niños y niñas qué tan bien pensaban que iban a salir en una determinada prueba de habilidad; todos los niños pensaron que saldrían mejor de lo que al final salieron, mientras que todas las niñas pensaron que su desempeño sería más pobre de lo que finalmente fue. De hecho, en realidad no hubo mucha diferencia en los resultados que obtuvieron niñas y niños en la prueba, pero sí la hubo en la confianza que unas y otras demostraron en su habilidad para realizarla. La cuestión es que, el sexismo en nuestra sociedad induce a nuestras niñas a convertirse en mujeres pasivas, dependientes, inseguras, temerosas, débiles, indefensas, incapaces de defender sus opiniones y convicciones, preocupadas por agradar y complacer, y obsesionadas por su aspecto. Aunque el sexismo afecte también a los niños, lo hace de otro modo; en este caso, los presiona a cumplir con expectativas que quizá no puedan llenar, ya que se espera de ellos proactividad, independencia, seguridad, valentía, fuerza, capacidad de proteger a lxs más débiles (las mujeres, claro); se les pide que tengan una opinión sobre todo tema importante y que sepan defenderla, y que, encima de todo, se sepan “conseguir” una mujer “guapa” para que los “sirva”. Si a las mujeres se les prepara para ser dominadas, subestimadas, oprimidas, explotadas, abusadas... perdedoras, ellos deben ser quienes dominan, oprimen, explotan y abusan, para ser considerados, entonces, “ganadores”.
Cuando hablo de esto, normalmente se me acusa de “feminista” (para quien lo dice, es un insulto, claro), de exagerada, y de no vivir en el siglo XXI. Como ya hay doctoras, abogadas, ingenieras y hasta presidentas, el sexismo es considerado por muchxs (especialmente, por muchos hombres), cosa del pasado. Y lo peor es cuando otras mujeres me dicen que ellas no han sufrido ningún tipo de discriminación ni opresión en razón de su género. Casi siempre, quien lo dice es una mujer que es tan ostensiblemente víctima del sexismo, que ya ni lo nota. El otro día, por ejemplo, Janice, Gala y yo fuimos a una ceremonia de los Hare Krishnas. (Como parte de su educación, nos gusta exponer a Gala a una diversidad de creencias y manifestaciones culturales.) Una vez terminada la ceremonia, una de las devotas (como de nuestra edad) se acercó a platicar con nosotras. Al cabo de un rato del intento de adoctrinamiento de la chava, Janice le preguntó si había sexismo en su religión, si la mujer estaba subordinada al hombre, si tenía las mismas oportunidades, etc. Ella afirmó que la mujer, en su religión, gozaba de plena igualdad y que era tratada con el mismo respeto y consideración que el hombre. Entonces, se acercó un Hare Krishna y se dirigió a ella llamándola “madre”. Élla le contestó, y lo llamó “prabu”. Cuando le preguntamos qué significaban esos nombres, ella nos dijo que, en su religión, todas las mujeres eran llamadas “madre”, porque esa es la función de la mujer, “para eso nacimos todas”, dijo. ¿Y “prabu”?, preguntó Janice. La chava respondió que ese es el nombre que se les da a todos los varones y que quiere decir “mi señor”... Sin comentarios.
Generalmente, las mujeres que afirman que ya no hay sexismo son chavas que agradecen las migajas que el sistema “generosamente” les otorga para poderse desempeñar personal y profesionalmente y que llaman a eso “igualdad de oportunidades”, y que ni siquiera se percatan de que el reparto de las tareas en su “hogar” no es equitativo; y, por supuesto, nunca se han preguntado por qué ellas tienen que someterse a dietas y tratamientos para mantenerse “jóvenes y en línea”, mientras que sus adorados esposos se ven cada vez más calvos y panzones y no hacen nada por evitarlo.
En fin... seguiré con esto de la crianza y educación sexistas (y no sexistas) en otro post. Prometo, ahora sí, escribir con regularidad. Gracias por su paciencia.